irreconciliables: guadalupe grande

guadalupe grande

Guadalupe Grande (Madrid, 1965) Ha publicado los libros de poesía El libro de Lilit (Renacimiento, Premio Rafael Alberti 1995), La llave de niebla (Calambur, 2003), Mapas de cera (Poesía Circulante, Málaga, 2006) y La torre degli Arabeschi (Milán, 2009), Hotel para erizos (Calambur, 2010) y Métier de crhysalide (antología en traducción de Drothèe Suarez y Juliette Gheerbrant, Alidades, Évian-les-Bains, 2010). Junto a Juan Carlos Mestre realizó la selección y traducción de La aldea de sal (Calambur, 2009), antología del poeta brasileño Lêdo Ivo.

Como crítico literario, ha colaborado desde 1989 en diversas publicaciones: El Mundo, El Independiente, Cuadernos Hispanoamericanos, El Urogallo, Reseña, Nayagua, etcétera. 

En el año 2008 obtuvo la Beca Valle Inclán para la creación literaria en la Academia de España en Roma. Ese mismo año, comienza a experimentar con la fotografía y el collage. 

En la actualidad es responsable de la actividad poética y editorial en el Centro de Estudios de la Poesía de la Universidad Popular José Hierro (San Sebastián de los Reyes-Madrid) e imparte talleres de creación poética en el Ateneo Primero de Mayo de Comisiones Obreras. 



Jarrón y tempestad

Como descenso por la flor desapacible
Todos los equipajes
Más ligeros que la eternidad de las víctimas
Se dispersan en el mar de los astros de lana verde.
Las fronteras, la trompeta arcaica , el río circular
Los veloces juguetes de la felicidad, sobre todo
La unidad del error.
Todo menos frágil que la eternidad de las víctimas.
No ha llegado a la retina el enjambre  que anima el amor
Ni el sol bajo el oro místico distante a la pasión de volar.
La circulación del ácido en la heredad florida
El puente de cieno, las bridas del horizonte
que se ciernen sobre la enorme marea en la encrucijada sin tiempo
El leviatán desde lejanas horas
Devorando el vidrio de la caligrafía, sus benditos perfumes.
Todo más espeso que la eternidad de las víctimas.
Tal vez los ellos, tal vez las letras en ese jarrón de flores
Atraviesen el sueño del  barco perdido
Hasta el puerto todo carcasa en su comienzo marino
Abrazados en la ruta de los ritos
Eternidad de la inmovilidad parapetada
En el cielo delirante donde duerme
Llora, avanza, ama, se exilia lo exiliado de la verdad,
Y se abriga el frío de las ardillas que se esconden
Como barco de papel ante la tempestad de las maderas.
Nada tan evidente como la eternidad de las víctimas
Trasparente como la amenazadora belleza de la flor.

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